
El PSOE es un partido unido es un partido ganador y nuestro partido está más unido que nunca. Somos el partido más libre, el más democrático de nuestro país y somos también el más unido. Somos el partido más diverso, expresamos más que ninguno la pluralidad de España. En nuestro partido se hablan todas las lenguas del Estado, procedemos de todos los territorios, de las 17 Comunidades Autónomas, de Ceuta y Melilla y también en nuestro partido están los españoles que viven en el exterior.
Y además representamos la diversidad social de nuestro país y, sin embargo, somos el partido más unido. Nuestros militantes hablan con libertad, y muchas veces las críticas abundan más que los elogios. Forman parte de nuestra etiqueta, de nuestra forma de ser, y sin embargo hay armonía entre nosotros, armonía y afecto. Y os agradezco que tengáis este comportamiento.
Por tanto, nos parecemos a España, también en esto nos parecemos a España. Nuestros adversarios no lo entienden. Creen que la unidad puede nacer del interés o del miedo o de la aversión al contrario, pero la unidad nace de la fuerza de las ideas, del compromiso con los valores y del interés general puesto por encima de los intereses particulares como pasa en otras latitudes políticas. De ahí nace la unidad de nuestro partido.
Y como ellos creen que nace del interés o de la aversión al contrario, por eso la unidad en el PP dura tan poco. La verdad es que se adivina más allá de los abrazos y los besos. Y detrás de esa aparente firmeza lo que se esconde es una gran debilidad de quien desconfía de todos y de todas.
El liderazgo ha de nacer de las urnas y no de un dedo. El liderazgo que une es el que nace de las urnas, el liderazgo que da seguridad es el que nace de las urnas. Cuando ese liderazgo es fruto de un dedo, sucede lo que sucede: que se tiene miedo a quien lo puso y miedo a quien puede sucederle. Cuando ese liderazgo surge del dedo, pasa lo que pasa: que por no haber competido, solo se ven competidores y por no haberse atrevido a afrontar al derrota, siempre la encuentra. Eso es lo que pasa en democracia.
Y además representamos la diversidad social de nuestro país y, sin embargo, somos el partido más unido. Nuestros militantes hablan con libertad, y muchas veces las críticas abundan más que los elogios. Forman parte de nuestra etiqueta, de nuestra forma de ser, y sin embargo hay armonía entre nosotros, armonía y afecto. Y os agradezco que tengáis este comportamiento.
Por tanto, nos parecemos a España, también en esto nos parecemos a España. Nuestros adversarios no lo entienden. Creen que la unidad puede nacer del interés o del miedo o de la aversión al contrario, pero la unidad nace de la fuerza de las ideas, del compromiso con los valores y del interés general puesto por encima de los intereses particulares como pasa en otras latitudes políticas. De ahí nace la unidad de nuestro partido.
Y como ellos creen que nace del interés o de la aversión al contrario, por eso la unidad en el PP dura tan poco. La verdad es que se adivina más allá de los abrazos y los besos. Y detrás de esa aparente firmeza lo que se esconde es una gran debilidad de quien desconfía de todos y de todas.
El liderazgo ha de nacer de las urnas y no de un dedo. El liderazgo que une es el que nace de las urnas, el liderazgo que da seguridad es el que nace de las urnas. Cuando ese liderazgo es fruto de un dedo, sucede lo que sucede: que se tiene miedo a quien lo puso y miedo a quien puede sucederle. Cuando ese liderazgo surge del dedo, pasa lo que pasa: que por no haber competido, solo se ven competidores y por no haberse atrevido a afrontar al derrota, siempre la encuentra. Eso es lo que pasa en democracia.
Unir es integrar, dar cabida a lo que es diferente, aceptar la existencia de lo que se opone. Y eso exige fortaleza, seguridad, capacidad de riesgo y valentía. Esa es en democracia la manera de ejercer un liderazgo democrático y seguro.
Las cosas son muy claras cuando se compara: con nosotros hay un lugar para todos en la televisión pública y en las listas electorales. Porque somos fuertes, somos fuertes para escuchar las razones del otro, porque aspiramos a convencer, porque nos atrevemos a ser convencidos, por eso no tenemos miedo al diálogo ni a la competición democrática, y nuestros adversarios no lo entienden. Ven debilidad en el respeto y apoyo a las minorías, y están convencidos de que el poder les da derecho a podar las ramas menores, a conjurar su desarrollo para siempre, a cerrar puertas para el futuro. No respetan la pluralidad ni en su casa, cómo van respetar la pluralidad en el conjunto del país.
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