
Te lleva de puerta a puerta sin otro combustible que el de un buen desayuno.
Ofrece rapidez y libertad. Y cuando regresas a casa no tienes que volverte loco buscándole aparcamiento. El sentido común parece bendecir la bicicleta como el artilugio ideal para conducirse por la ciudad. Pero palabras como peligroso o irresponsable son las que a modo de imaginario letrero escarlata vienen a la mente de una mayoría de ciudadanos cuando ven al ciclista urbano afanándose en sus eslálones cotidianos.
Los excéntricos del pedaleo, dispuestos a renunciar a un motor de explosión o a la masa humana que se hace malhumorada compañía en vagones y autobuses, siguen siendo objeto de un agudo rechazo que convierte el inocente gesto de coger una bicicleta en la gran ciudad en un supremo ejercicio de voluntad.
No son los desniveles, ni la lluvia, ni el sudor, ni siquiera los taxistas, los principales inconvenientes; es una extraña unanimidad a la hora de atribuir al automóvil la exclusiva legitimidad del uso de la vía pública lo que convierte en proscritos a los ciclistas urbanos
Ofrece rapidez y libertad. Y cuando regresas a casa no tienes que volverte loco buscándole aparcamiento. El sentido común parece bendecir la bicicleta como el artilugio ideal para conducirse por la ciudad. Pero palabras como peligroso o irresponsable son las que a modo de imaginario letrero escarlata vienen a la mente de una mayoría de ciudadanos cuando ven al ciclista urbano afanándose en sus eslálones cotidianos.
Los excéntricos del pedaleo, dispuestos a renunciar a un motor de explosión o a la masa humana que se hace malhumorada compañía en vagones y autobuses, siguen siendo objeto de un agudo rechazo que convierte el inocente gesto de coger una bicicleta en la gran ciudad en un supremo ejercicio de voluntad.
No son los desniveles, ni la lluvia, ni el sudor, ni siquiera los taxistas, los principales inconvenientes; es una extraña unanimidad a la hora de atribuir al automóvil la exclusiva legitimidad del uso de la vía pública lo que convierte en proscritos a los ciclistas urbanos
La bicicleta sigue siendo para muchos seña de identidad 'naïf' del urbanita con conciencia ecológica. Pero algo está cambiando. Cada vez más gente acepta que la bici puede contribuir a hacer más habitables nuestras ciudades. El impracticable tráfico de la mayoría de ellas, la creciente sensibilización social ante el deterioro de nuestro entorno y el compromiso de los responsables políticos han hecho de la bicicleta, elemento extraño hasta hace bien poco en el paisaje de las capitales españolas, un objeto cada vez más habitual, como lo viene siendo desde hace tiempo en lugares de Europa con condiciones meteorológicas mucho más adversas. «El cambio climático ha actuado como estímulo para que los políticos se tomen en serio la bicicleta.
Ha resultado decisivo que la política encuentre atractiva la causa de la bicicleta». Un ciclista que olvida su coche deja de emitir a la atmósfera un kilo de CO2 por cada cinco kilómetros pedaleados, la distancia recorrida por numerosos automovilistas en sus itinerarios diarios por la ciudad.
Pero los ciclistas urbanos reivindican lo suyo sobre todo como algo práctico. En recorridos cortos, de entre cinco y 10 kilómetros, la bici se ha demostrado un medio de locomoción imbatible. Pese a que muchos automovilistas consideran que entorpecen el tráfico, los ciclistas
responsables contribuyen a aligerarlo: cada uno significa un coche menos o un asiento más en el metro o el autobús.
1 comentario:
Felicidades por el texto. Creo que cada vez hay mas gente que se lo piensa un poco antes de coger el coche para hacer dos kilómetros.
Menos carne y más cereal.
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